La corrupción, no es nada nuevo en nuestro país, desgraciadamente, y en el siglo XIX incluso, fue mucho peor, que hoy, porque los avalaba la Reina Isabel II.
A causa de todo esto, hubo una Insurrección militar el 28 de junio de 1854, en un pueblecito cercano a Madrid. Vicálvaro, que en aquel entonces era pueblo independiente. Se produjo para echar del gobierno a un señor que no se iba ni con agua caliente, Luis José Sartorius. Isabel II le nombró Presidente, pero nadie supo sus méritos. Su trabajo era tapar las corruptelas de la madre de la Reina, María Cristina de Borbón, y su marido Fernando Muñoz, pero sobre todo las del Marqués de Salamanca, presentado hoy día como un benefactor que construyó el Barrio de Salamanca de Madrid, o los primeros ferrocarriles del país, pero que en el trasfondo, uso todo tipo de presiones que le pedían los nobles, para conseguir subvenciones y que el ferrocarril pasara por sus tierras. Por eso, nuestra líneas ibéricas, no van en línea recta, sobre todo por el sur.
Sartorius quiso llevar una Ley al Senado para que las cuentas del ferrocarril fueran más transparentes, pero que las que se habían hecho ya, no se pudieran investigar. El Senado, se opuso a esta idea y el Sr. Sartorius, cerró las Cortes. Y destituyó a los que habían votado en contra de su Ley.
Se montó un escándalo de miedo, pero la Reina, no le cesó, le mantuvo en la Presidencia, así que el ambiente se fue calentando.
Y aunque aquello no sirvió para nada, fue el comienzo de cambio de tendencia, dando paso al bienio progresista.
Hasta el Director del banco de España, acabó en la cárcel.
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